domingo, 4 de diciembre de 2011

ÉTICA Y PUBLICIDAD


La publicidad se ha convertido en uno de los fenómenos socioculturales más importantes del siglo.  Al quebrar la confianza en el contenido de los mensajes, se produce el ruido que más distorsiona y hace fracasar la comunicación, es por ello que se ve en la necesidad de la autorregulación, la que permitirá que se respeten las normas éticas de comunicación publicitaria y que nos permitirán distinguir la publicidad ética y la que no lo es.

Habitualmente nos comunicamos porque confiamos en que nuestros interlocutores van a transmitirnos información veraz o verdadera; suponemos en la mayoría de los casos que no van a tratar de engañar ofendernos o causarnos algún perjuicio. Aunque es menos probable, deseamos también que la información nos resulte útil y que se nos dé de forma breve, agradable y divertida.

Pero en muchos otros casos solemos admitir cierto margen de maniobra respecto a lo que significa la exigencia de verdad, sin que se llegue a abandonar nunca. Así, por ejemplo, cuando nos presentamos solemos seleccionar la información que damos de nosotros mismos, como cuando redactamos un currículum: no es aceptable poner datos falsos pero sería absurdo incluir en él nuestros defectos. 

Procuramos también causar buena impresión a los demás, embelleciendo nuestra apariencia, o procurando que perdure, por ejemplo al acentuar nuestros rasgos más originales o mejores. Según la ocasión y la intención, una broma o una exageración harán más grata nuestra comunicación. Este tipo de recursos son los que sin duda infinitamente más perfeccionados utiliza la publicidad a la hora de crear y difundir sus mensajes. 

Ciertamente esos mensajes responden al interés de quien los paga el anunciante y por lo tanto es justo que lo sepamos para poder evaluar adecuadamente su contenido, por lo que la exigencia de identificación se convierte en fundamental en la comunicación publicitaria. Esta comunicación, siempre que esté debidamente identificada y sujeta a ciertas consideraciones de forma y contenido, es una forma tan legítima de comunicación como cualquier otra. 

Sin embargo, no vivimos en un mundo perfecto. Por lo que se refiere al mercado, más bien vivimos en un mundo saturado de marcas y productos, donde la competencia por sobrevivir a menudo es dura. En ocasiones el deseo de ganancia fácil o rápida es demasiado fuerte y provoca conductas poco o nada honestas.

La publicidad es un instrumento eficaz para difundir mensajes comerciales correctos, pero también se recurre a ella para lanzar mensajes bastante menos positivos. La falta de ética en el mercado se convierte en la falta de ética de la publicidad: se cae en la tentación de usar en los mensajes la denigración o la imitación falaz de los rivales, la exageración o la omisión engañosas, la simple y llana mentira, las imágenes impactantes que llamen la atención y provoquen el escándalo. 

La publicidad se convierte en manos de quienes no respetan sus normas en una fuente de mensajes agresivos, falsos y engañosos que causan un perjuicio injustificado. Primero, a los consumidores; pero también a la propia publicidad.

Esta definición incluye todos los medios que suelen usarse en la publicidad, tales corno audiovisuales, afiches y textos publicitarios. Abarca tanto lo que se dice en los mensajes publicitarios como la forma en que éstos se presentan.

LA ÉTICA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN



Describir la realidad es la misión principal de los medios de comunicación. En el ejercicio de esta misión, el periodista ha de tratar de buscar la máxima objetividad posible. Debe explicar los hechos de manera transparente tal y como han ocurrido dado que es un mero administrador de un bien ajeno como es el derecho de los hombres y de las mujeres a saber qué pasa, a saber cómo pasa y a saber por qué pasa.

Si se observa el proceso de la comunicación desde el lugar del receptor, se aprecian diferentes formas de entender la misma información. La persona se vincula con el mensaje desde su bagaje cultural, creencias e ideologías. Por lo tanto, partiendo de este capital cultural se define el sentido de la información que está recibiendo. En toda comunicación humana, los sobreentendidos, malentendidos, ambigüedades, interferencias de sentido, muestran el carácter resbaladizo del lenguaje y la necesidad de definir el significado de una conversación, de una obra o un programa televisivo desde cada propio bagaje cultural.

A pesar de que es inevitable desprenderse de este fondo subjetivo, los informadores deben intentar ser lo más objetivos posibles a la hora de transmitir la información.

Cada vez se va desarrollando un mayor interés por el desarrollo de una ética de la comunicación y de la información, debido a la gran incidencia que tienen los medios de comunicación. Además de eso, el progreso acelerado de nuevas tecnologías para la difusión de información hace necesaria con urgencia una "ética de la comunicación". 

La imagen que ofrezcan los informadores es crucial para un buen conocimiento de la realidad, pues son millones de personas las que observan el mundo a través de los diarios, la radio o la televisión.
La ética de la comunicación debe establecer un espacio donde se pueda reflexionar y analizar los grandes conflictos morales:
  • Los límites de la libertad de expresión
  • La búsqueda obsesiva de la audiencia
  • La contribución de los medios a una ética cívica